¡Buenas
tardes, compañeros y compañeras!
Hoy
tenemos el honor de presentaros nuestro relato literario. Si ya habéis leído
“Creación de constelaciones literarias: literatura tradicional y narrativas
multiplataforma” –otra de las entradas de este blog- os resultarán familiares
muchas de las referencias que aparecen en esta narración, o bien porque las
habéis estudiado, o bien porque no sabíais que tendrían alguna relación con el
cuento de Blancanieves y lo
descubristeis hace poco. Estoy segura de que a más de uno de vosotros os
sorprenderá esta historia, no solo por la gran riqueza de referencias
intertextuales, sino también por el giro radical que le dimos a este cuento
clásico, que dejará de serlo a partir del momento en el que empecéis a leerlo.
Partiendo de la versión de Blancanieves
de los Hermanos Grimm, hemos creado un relato que conserva la esencia del
clásico, pero que, a la vez, manifiesta diversas modificaciones. Hemos tratado
de poner en marcha nuestra creatividad y de sorprenderos, sobre todo con el
desenlace final. Cuando terminéis de leerlo, tenéis a vuestra disposición las
referencias que utilizamos para elaborarlo para que, de esta manera, podáis
también ampliar vuestro intertexto lector. En definitiva, es fascinante la
explotación didáctica que pueden tener este tipo de obras y como siempre nos
acaban sorprendiendo. Así que, poneos cómodos porque os vamos a llevar al mundo
de “Celestina y los sietes enanitos”. Espero que disfrutéis tanto como nosotras
de esta maravilla y no dudéis en preguntarnos dudas o hacer cualquier
comentario al respecto del relato. ¡Veinte mil gracias!
Celestina y los siete enanitos
Era un crudo día de invierno y los copos de nieve caían del cielo como blancas plumas. La Reina cosía junto a la ventana, y en un descuido se pinchó el dedo con una aguja de oro, de modo que la sangre comenzó a caer sobre la nieve que trataba de penetrar en el interior del dormitorio. En ese momento, pensó en lo mucho que le gustaría tener una hija de tez blanca como la nieve, de mejillas rojizas como la sangre y de cabellos dorados como el color de aquella aguja que sostenía entre sus dedos. Poco tiempo después, engendró una niña, a la que llamaron Afrodita, cuyos rasgos coincidieron con los que ella deseó en aquel día de invierno, si bien no pudo contemplarlos ya que, desafortunadamente, la Reina falleció al dar a luz a esa hermosa criatura.
Un año después, el Rey Paris, padre de Afrodita, contrajo matrimonio de nuevo con Celestina, una de las mujeres más hermosas y generosas que habitaba en el reino de Troya. La nueva Reina tenía dos hijas, Atenea y Hera, que heredaron la exuberante belleza de la madre.
Con el paso del tiempo, Afrodita se fue convirtiendo en una niña caprichosa y ególatra, cuyo único amigo era un dragón llamado Smaug. Sin embargo, la Reina y sus hermanastras la superaban en belleza, lo cual hacía que el odio se apoderase de ella cuando compartían sus momentos de ocio. Para su séptimo cumpleaños, Afrodita pidió a su padre un espejo mágico, de modo que Paris, que estimaba de manera desmesurada a la princesa, no tardó en cumplir su petición, pues el mismo día lo adquirió. Cuando la niña lo recibió, lo colocó cuidadosamente en su tocador y le preguntó: “Espejito, espejito, dime una cosa: ¿quién es de Troya la más hermosa?”, a lo que este respondió: “Princesa, tú eres como una estrella, pero tu madrastra y hermanastras son mil veces más bellas”.
Cuando Afrodita escuchó aquellas palabras, se enfureció de tal manera que ordenó a Smaug que asesinara, en primer lugar, a Hera y Atenea y, posteriormente, para no levantar sospechas, trazarían otro plan para deshacerse de Celestina. El dragón cumplió con el mandato de la Princesa y mató despiadadamente a sus hermanastras en el bosque, conocido como Edén, el cual se situaba en la montaña más alejada del palacio. Como prueba del crimen, les extrajo los pulmones, el hígado y el corazón y se los entregó a Afrodita para que los devorase. Tras haber entregado los órganos a la malvada Princesa, se deshizo del resto de los cuerpos y los incineró con el fuego de su propia boca en el jardín del castillo. Justo en ese momento, por las ventanas del dormitorio de Celestina, que permanecían abiertas, comenzó a entrar un desagradable olor, de modo que se asomó y vio a Smaug quemando los cuerpos de sus adorables hijas.
Esta, asustada, corrió sin rumbo hasta que sus fuerzas comenzaron a fallarle. En ese momento, vio una casa y decidió entrar en ella para descansar, pues estaba exhausta. Su interior era diminuto y en sus rincones reinaba el orden y la limpieza. La Reina, que estaba hambrienta, comió una pequeña cantidad de la escasa ración de comida que encontró en la casa y bebió unas gotas de vino en una de las pequeñas copas que formaban parte de su cubertería. A continuación, entró en la habitación principal para dormir en una de las camas; sin embargo, ninguna era de su medida, pero como estaba tan casada, se acostó y cayó en un profundo sueño.
Entrada la noche, llegaron los dueños de la casita, que eran siete enanitos que se dedicaban a la minería, llamados Thorin, Dwalin, Bombur, Balin, Kili, Dori y Ori. Al encender una lamparilla, se dieron cuenta de que sobre la cama del séptimo enanito se encontraba descansando una hermosa mujer. Como estaba profundamente dormida, decidieron no despertarla y esperaron a que amaneciese para hablar con ella. Cuando despertó Celestina, respondió las preguntas de los enanitos, que permanecían asombrados mirándola: “Me llamo Celestina. Mi hijastra ordenó que mataran a mis hijas y, posiblemente, también esté tratando de acabar con mi vida. Por este motivo, decidí huir y, cansada, encontré por el camino vuestra casita”. Al escuchar sus palabras, los enanitos decidieron aceptarla en su hogar, no sin antes aconsejarle que no abriese la puerta bajo ninguna circunstancia, pues la malvada Princesa no tardaría en encontrarla.
Entretanto, Afrodita y Smaug fueron en busca de Celestina para acabar con su vida; sin embargo, cuando irrumpieron en sus aposentos descubrieron que había escapado. Con el objetivo de averiguar su paradero, Afrodita le preguntó al espejo: “Espejito, dime una cosa, ¿quién es de Troya la más hermosa?”, a lo que el espejo respondió: “Princesa, eres, sin duda, una estrella, pero mora en la montaña, con los enanitos, Celestina, que es mil veces más bella”. La Princesa, encolerizada, decidió idear un plan para librarse de su madrastra, de modo que, haciendo uso de las artes diabólicas de las que era maestra, fabricó un peine envenenado y se transformó en una vieja buhonera. Una vez que su apariencia hubo cambiado por completo, se dirigió al lugar donde se encontraba Celestina y, cuando llegó a la casita, gritó: “¡Vendo cosas buenas, bonitas y baratas!” Al oír esto, Celestina, interesada en la única distracción que rompía la monotonía en la que se encontraba inmersa, se asomó a la ventana y, tras ver el vil a la par que precioso peine, quedó tan sorprendida y maravillada que abrió la puerta sin pensarlo. Para demostrar su eficacia, la vieja le dijo: “¡Ven, que te peinaré como Dios manda!”. Durante este proceso, aprovechó para clavarle el peine envenenado y la inocente mujer cayó desplomada al suelo. Afortunadamente, los enanitos llegaron poco después para retirar cuidadosamente el peine de su cabeza, de modo que la Reina fue poco a poco recuperándose. Afrodita, creyéndose victoriosa, volvió feliz a su castillo para hacerle las habituales preguntas al espejo, con la esperanza de que su respuesta fuese diferente en esta ocasión. Sin embargo, este seguía manteniéndola, de modo que la perversa princesa, furibunda, bajó a una cámara secreta a la que solo ella tenía acceso. Allí, preparó una manzana con un veneno de lo más purulento y, tras esto, se vistió de campesina y se dirigió de nuevo a la casa de los enanitos. Al llegar allí, le ofreció a Celestina un bocado de este fruto, y su cuerpo, ya sin vida, cayó al suelo. Poco tiempo después, Afrodita volvió a preguntar a su espejo y este le contestó que ella era la más hermosa; finalmente reinaba la paz en el corazón de la malvada Princesa.
Entrada la noche, llegaron los enanitos a su humilde y acogedor hogar y vieron a la Reina desplomada en el suelo, por lo que intentaron reanimarla, pero todo esfuerzo fue en vano. Con profunda tristeza, entre los siete construyeron un sarcófago de cristal que permitiese ver el cuerpo de Celestina y grabaron su nombre con letras de oro para dejarlo en la montaña.
Unos días más tarde, pasó por allí un Rey llamado Romeo que, deslumbrado por la belleza de la Reina, decidió mandar a sus criados que recogiesen el sarcófago. Por el camino, uno de ellos tropezó con un arbusto y, por el tremendo golpe, Celestina consiguió expulsar el trozo de manzana envenenada que había ingerido. Así fue como la Reina volvió a la vida gracias a Romeo, quien le propuso matrimonio. Ella aceptó gustosamente y marchó con él a su palacio situado en Verona, pues tenían que organizar los numerosos preparativos para la gran boda.
Con la colaboración de sus ayudantes, lograron preparar como celebración un festival muy famoso que solía celebrarse en el reino de Verona, conocido como Arenal Sound. Debido a que las noticias de este enlace viajaron hasta los lugares más lejanos, Afrodita descubrió que Celestina había resucitado y que el Rey de Verona la había pedido en matrimonio.
La Princesa, enfurecida, pues fue la única que no recibió invitación para el enlace de los reinos aledaños, quiso provocar una tragedia. Así, se dirigió a la casa de los enanitos y les dejó una pistola con un mensaje grabado: “Celestina fue secuestrada por Romeo, Rey de Verona”. Al llegar estos a su hogar, hallaron el arma con el mensaje y no dudaron en ir en busca de la Reina, para lo cual utilizaron su bien más preciado, un anillo que podía hacerlos invisibles, robado, hacía mucho tiempo, a una criatura del Edén llamada Gollum.
Cuando estuvieron preparados, los siete enanitos pidieron un Cabify y se dirigieron a Verona para poner fin a tamaña ofensa, según creían. Haciendo uso del anillo mágico, lograron entrar en el castillo sin ser vistos y fueron decididos a vengarse del Rey. Sin embargo, sucedió algo inesperado pues, mientras el enanito Dwalin forcejeaba con Romeo, disparó por error a Celestina en el corazón y esta cayó desplomada ante la atenta mirada de las personas que habrían dado la vida por ella.
REFERENCIAS
1.
Elementos literarios
1.1.HIPOTEXTO:
- Basile, G. (1634). Pentamerón. Nápoles.
- Grimm, J. y Grimm, W. (1812). “Schneewittchen”.
En Kinder-und Hausmärchen. Berlín.
- Homero (s.VIII a.C). La Ilíada. Grecia.
- Rojas, F. (1499). Comedia de Calisto y Melibea. Burgos: Fadrique Alemán.
- Shakespeare, W. (1590). Romeo y Julieta. Reino Unido.
-, (750 a.C- 110 d.C). La Biblia.
1.2.OTRAS
EXPRESIONES LITERARIAS (hipertextos literarios)
- Tolkien, J. R.R. (1937). El Hobbit. Reino Unido: George Allen
& Unwin.
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