Ir al contenido principal

La educación en 2030. Práctica 9

¡Buenos días!

En la entrada de hoy os voy a presentar mi relato sobre cómo creo que será la educación en 2030. Tampoco es que tenga mucha imaginación, pero he intentado que en él esté presente (aunque sea por el nombre) mi personaje literario favorito, Amaranta Buendía, y mi personaje favorito de la serie Élite, Lucrecia. He elegido esta serie porque en lo primero que pensé cuando hablamos de la educación de 2030 fue en unas aulas totalmente informatizadas, tal y como ocurre en dicha serie. 

Principalmente, lo que me gustaría transmitir con el relato que leeréis a continuación es mi dificultad para adaptarme a los cambios. Sigo recordando con cariño el modelo tradicional pero, tal y como expreso al final, habrá que adaptarse a los nuevos cambios por mucho que siga echando de menos mis viejas costumbres. 

Sin enrollarme más, os dejo el relato: 

Era el primer día del curso y Amaranta se había levantado con unas ganas tremendas de encontrarse con sus compañeros, a los que no veía desde hacía dos meses. Tomó su mochila repleta de libros y se marchó al instituto feliz porque ese año había conseguido tener todos los libros una semana antes de que empezaran las clases. Cuando cargó su mochila al hombro, se dio cuenta de que el curso que empezaba iba a ser más complicado que los anteriores, pues la cartera le pesaba más que otros años, señal de que llevaba más páginas a sus espaldas.

Después de andar los rigurosos nueve minutos que separaban su casa de la escuela, llegó a su destino, pero ¿qué era aquello que tenía ante sus ojos? Miró a su alrededor y no conocía a ninguno de sus compañeros, hasta que Lucrecia apareció ante ella haciendo sus gracias de siempre. Se alegró profundamente de ver a su amiga, pero se fijó en que vestía de una manera muy extraña y, lo más importante, llevaba un bolso pequeño en el seguro que no podría guardar el estuche, la agenda, los cuadernos, archivadores, libros, diccionarios… "¡Qué raro!", pensó.

Su extrañeza aumentó todavía más cuando llegó al aula. ¿Dónde estaban sus adorados pupitres verdes? ¿Y aquellas sillas en las que se le enganchaba el pelo constantemente? Bueno, parece que ese año habían sido sustituidas por grandes bancos que tenían su toque. Lo que no le gustaba nada era el actual pupitre. Era demasiado pequeño, ahí no podía poner su libro y su cuaderno juntos, debería doblar el libro recién comprado y ¡cuánto le molestaba eso!

Pronto llegó su profesor de lengua, quien les explicó el procedimiento de la asignatura durante ese curso. ¿Qué había pasado? ¿Tablets, blogs, libros electrónicos, procesadores de textos…? Algo se había perdido durante ese verano. Buscó alguna mirada cómplice de sus compañeros, alguien que se sintiera igual de perdido que ella, pero no encontró a nadie. Sus amigos, sin mostrar preocupación, atendían a todas aquellas tareas que deberían realizar: crearse una cuenta de Twitter, constelaciones literarias, relatos multimodales, trabajos finales cooperativos… ¿Dónde estaban sus comentarios de texto, sus análisis sintácticos, sus exámenes teóricos? ¿En qué idioma estaban hablando? Pues bien, era el idioma del futuro; su profesor señaló el curso escolar que acaban de comenzar: 2030-2031.

Amaranta se quedó desconcertada, no sabía cómo había ocurrido, pero se había despertado en el futuro, nada menos que en 2030. Pronto se dio cuenta de que no podría hacer nada por regresar a su tiempo, por lo que no le quedaba otra opción que adaptarse a la nueva sociedad y al modernizado sistema educativo, aunque siguiera soñando durante toda su vida con el olor de un libro recién comprado.

Espero que, al menos, os haya resultado entretenido y que haya algún nostálgico/nostálgica más de los viejos tiempos.



¡Hasta la próxima, compañeros y compañeras!

Lidia. 


Comentarios