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Práctica 9: la educación en 2030 💔

Good afternoon, beautiful people! 😈










Hoy os traigo la última práctica (de la parte de José, porque de la de Juanmi deben quedar unas 18394848 aproximadamente) que consiste en la realización de un relato acerca de cómo pensamos que va a ser la educación en el 2030. Como no se han dado más indicaciones que esta, me he tomado la libertad de seleccionar algunas referencias. Así, en honor a mi alter ego, la protagonista de mi relato se va a llamar Blancanieves. Para la construcción del relato en sí me he basado en el argumento de una cutri película que vi hace un par de años, titulada 13 going on 30 -El sueño de mi vida in spanish- (NI SE OS OCURRA VERLA). ¿Por qué? porque parece adecuarse bastante a lo que se pide en el relato por el tratamiento de la dimensión temporal. Y, bueno, no os spoileo más. Procedo a narrar mi relato: 

Blancanieves tenía 14 años y se pasaba el día soñando despierta, al fin y al cabo era la única forma de escapar de la realidad en la que estaba atrapada. Eso de que "la adolescencia es la peor época", cobraba sentido, ahora más que nunca, para ella: el instituto se había convertido en una pesadilla para ella, pues, no soportaba no formar parte del grupo más popular. No solo no formaba parte de él, sino que, además, tenía que soportar toda clase de humillaciones por parte del mismo. Asimismo, las clases tampoco ayudaban: no había ni una sola materia que suscitara el mínimo interés en Blancanieves. Ella lo atribuía a la forma de dar clase de los docentes: no entendía el porqué de no incorporar la tecnología, como sí se hacía en los institutos de las series de televisión, como, por ejemplo, en Élite. Tampoco entendía que no se optara por hacer las clases más dinámicas, pues justo acababa de ver El club de los poetas muertos. Sus malas notas, por tanto, no dependían, en absoluto de ella misma, sino de la falta de habilidad de sus profesores; unos profesores que defendían un tipo de educación anquilosada en el pasado. Aun así, Blancanieves conservaba el sueño de dedicarse a la docencia, y ahora más que nunca, pues consideraba que tenía el deber de contribuir a cambiar esa educación que estaba tan obsoleta. Se repetía a sí misma que ella nunca sería como sus profesores. 
Esa misma tarde era su cumpleaños. Lo que debería ser un día especial se tornó en un día desastroso -más de lo habitual-, pues el grupo de chicas populares, a las cuales había invitado a su cumpleaños, la dejaron plantada. Así, Blancanieves sopló las velas, acompañada de unos amigos que no valoraba por no considerarlos dignos de su amistad. A la hora de pedir un deseo antes de soplar las velas lo tuvo muy claro: quería que pasaran quince años, que fuera 2030, y que pudiera dedicarse a la docencia, dejando atrás, de esa forma, el infierno en que se había convertido su etapa etapa en el instituto. 
Tras hacerlo, pidió a todo el mundo que abandonara su fiesta, pues aquella gente no le interesaba lo más mínimo, ni era popular ni interesante a sus ojos. Cuando todos se fueron, se encerró en el armario del sótano, donde solía esconderse cuando era pequeña, y, desolada, lloró toda la noche hasta que sus fuerzas la vencieron y quedó dormida. 
Blancanieves se despertó, sin atisbar al principio lo que había sucedido, hasta que se topó con su reflejo en el espejo: nada quedaba de aquella adolescente que había pasado llorando toda la noche hasta quedarse dormida. Era una mujer adulta: a su parecer bastante atractiva, sin gafas ni brackets, ni acné. El patito se había convertido en cisne. Pasó una hora mirándose al espejo, hasta que una llamada telefónica, al que parecía ser su móvil, la hizo salir de su letargo. Era la directora del instituto donde parecía ser que trabajaba, preguntándole si le había ocurrido algo, porque era el primer día y ya llegaba tarde. Gracias a que mencionó el nombre del instituto al inicio de la conversación, Blancanieves pudo buscar la dirección y dirigirse hacia allí. Era la primera vez que daría clase y, desde luego, en quince años las cosas habían cambiado muchísimo: todos los jóvenes andaban de un lado a otro pegados a las pantallas; todas las aulas contaban con un ordenador por pupitre; era el sueño de su vida. 
Blancanieves entró en el aula en la que debía impartir clase, el aula de 1º de la ESO B. Como era el primer día no tendría que explicar materia, hecho que la salvaría momentáneamente, porque no sabía ni si quiera qué contenidos habría de impartir.  Se encontró con una realidad que no esperaba encontrar: en efecto, todo el alumnado tenía acceso a los ordenadores, pero nadie le prestaba ni la más mínima atención. Era como si estuviese hablando a la pared. Estaba rodeada de personas y, sin embargo, se sentía más sola que nunca. Cuando salió de la clase, se lo comentó a una de sus compañeras de departamento y esta la miró como si fuera una marciana: lo normal era que el alumnado los ignorase sistemáticamente. Es por ello por lo que, con el fin de que prestaran atención, su sistema, decía, era la gamificación. Este consistía en enseñar la materia de Lengua castellana y Literatura interpolando el juego, para despertar el interés del alumnado. Le puso un ejemplo: a la hora de aprender los pronombres, ella les daba un listado con los pronombres y, a la vez que los iban pronunciando en voz alta, tenían que dar saltos en distintas direcciones. ¿Leer los pronombres? ¿Dar saltos?. Blancanieves pensó que, en efecto, con eso no se aprendía en absoluto. La profesora puso otro ejemplo para hacer ver que sus clases eran 'innovadoras' y 'divertidas':  en cada clase los alumnos tendrían que iniciar la sesión con un saludo distinto. Blancanieves estaba anonadada, sentía que estaba en Preescolar. Aquello no era innovar, aquello era hacer el ridículo abiertamente y no era un sistema que asegurara el aprendizaje en absoluto.  
Tras esta charla, Blancanieves, muy confusa, entró a su siguiente clase: 2º C. El alumnado le preguntó si, como con su profesora del curso anterior, no iban a realizar 'saludos' ni a 'jugar'. Naturalmente, su profesora del curso anterior era la profesora con la que Blancanieves acababa de hablar durante el recreo. Blancanieves desoyó sus peticiones y se limitó a hablar de lo que tenía pensado y se dio cuenta de que estaba siendo sistemáticamente ignorada por el alumnado. Terminó la sesión y salió todavía más desanimada que antes. 
Entonces se puso a reflexionar acerca del sistema educativo actual. Era cuanto menos paradójico: había pasado toda su adolescencia soñando con otro tipo de educación, achacando su mal rendimiento académico a la metodología empleada por los profesores: aburrida y sin el uso de las tecnologías. Sin embargo, ahora estas tenían un peso desmedido en las aulas y, como ya se daba por hecho que el alumnado no prestaba la mínima atención, las clases no se centraban tanto en el aprendizaje como en el 'juego'. El profesor había pasado a ser una suerte de bufón, cuya función pasaba por divertir a los estudiantes, más que enseñarles contenido. Más que 'gamificación' o 'innovación' aquello era hacer el ridículo. 
¿Quién le hubiera dicho que terminaría añorando aquellos tiempos de instituto? Blancanieves llegó a la conclusión de que todo cambio no siempre supone una mejoría. Y que, más vale malo conocido que bueno por conocer. Si aquella era la educación innovadora y tecnológica con la que había soñado cuando era adolescente, prefería volver al sistema anticuado del que tanto se había quejado. 
Blancanieves quería escapar de aquella realidad que tanto había anhelado. Así, pensó que metiéndose en un armario, pidiendo retroceder en el tiempo, volvería a tener 15 años y, con la lección aprendida, miraría su vida desde otra perspectiva y, desde luego, evitaría dedicarse a la docencia. El más cercano que encontró era el de los productos de limpieza. Se encerró allí y cerró los ojos y con todas sus fuerzas pidió a Dios, al Universo, a cualquier fuerza, que le devolviese su adolescencia. Pasaron las horas y Blancanieves seguía con su aspecto de treinteañera. Entonces comprendió que aquella adolescencia que desperdició formaba parte del pasado y que ya era, a todas luces, irrecuperable. Entonces vino a su cabeza aquella cita de Oscar Wilde, a la que, en realidad, durante su adolescencia, nunca le había encontrado el más mínimo sentido y que, sin embargo,  ahora pasaba a cobrar todo el sentido del mundo: "Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad". 

Y, bueno, eso ha sido todo, queridos míos. Espero que os haya gustado. Si no es así CONFIRMAMOS que tenéis un gusto más que cuestionable. Estaba bromeando 😆










See you soon! 💓

Lydia.

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